Política y vergüenza

No tengo de qué avergonzarme, dijo la maestra Elba Esther Gordillo.
Yo hago política.
De esa manera la lideresa del más importante sindicato de América Latina dejó en claro que la política en nuestro país es el ejercicio del cinismo.


En conferencia de prensa, doña Elba Esther reconoció que sí hubo, efectivamente, un acuerdo político con el entonces candidato Felipe Calderón Hinojosa para que a cambio del apoyo del sindicato magisterial diera posiciones de medio gabinete a tres individuos –así lo dijo ella- de su entonces cercanía.

La confesión no tiene efectos retroactivos; se trata de dejar claro que si hoy alguien quiere el apoyo de este importante grupo social y político, tiene que ponerse con su cuerno. Entregar la promesa de posiciones de poder para los designados por la líder.

Que nadie se llame a engaño; la política no es un ejercicio moral. Vamos, ni siquiera inmoral. Cuando mucho, amoral.

Si su práctica pudiese generar vergüenza y la vergüenza enrojecer los rostros, muchos pitufos de la política mexicana tendrían el rostro rojo y no azul como lo inventó el dibujante francés.

El poderío de un sindicato de maestros en un país de iletrados es inmenso. Los profesores son los que pasan el mayor tiempo de la vida activa con nuestros hijos y nietos. Su adoctrinamiento en cualquier sentido, depende de los mentores y ellos de sus dirigentes.

La política mexicana se ha caracterizado por el delirio del manejo de los sindicatos: el ferrocarrilero en tiempos de Vallejo, el petrolero en tiempos de La Quina, el magisterial en tiempos de Elba Esther. Hoy en día y gracias a Ernesto Zedillo Ponce de León, los ferrocarrileros ya no existen en México. Gracias a Carlos Salinas de Gortari el sindicato petrolero ha perdido su mecha.

¿A quién le vamos a agradecer que el sindicato de maestros deje de manejar la educación y la política cínica de México?

Categories: Share